En medio de una creciente ola de protestas en Serbia, el presidente Aleksandar Vučić ha tomado una decisión sorprendente al encargar la formación de un nuevo Gobierno a Djuro Macut, un endocrinólogo sin experiencia política. Este movimiento se produce en un contexto de descontento social, donde los ciudadanos han expresado su frustración por la corrupción y la falta de respuesta institucional a sus demandas.
La elección de Macut, un académico de la Universidad de Belgrado, ha generado escepticismo entre los manifestantes, quienes han dejado claro que no buscan simplemente un cambio de caras en el Gobierno, sino una transformación profunda del sistema político serbio. Las protestas, que han sido lideradas en gran parte por estudiantes, han exigido reformas estructurales que garanticen una democracia más sólida y efectiva.
Desde el colapso de una marquesina en la estación de Novi Sad en noviembre, que dejó varios muertos y heridos, la indignación ha crecido. Este incidente fue interpretado como un símbolo de la corrupción que ha plagado al país durante décadas. La respuesta del Gobierno ha sido considerada insuficiente, lo que ha llevado a miles de serbios a salir a las calles en manifestaciones diarias.
Los estudiantes, en particular, han sido vocales en su oposición a la administración de Vučić. En entrevistas, han afirmado que su lucha no es solo contra el presidente, sino contra un sistema que consideran fallido. «No queremos cambiar las personas, queremos cambiar el sistema», declaró Andrijana Jevđenić, una de las líderes estudiantiles, enfatizando la necesidad de que las instituciones funcionen adecuadamente.
A pesar de la presión interna, Vučić aún cuenta con apoyo internacional, lo que complica aún más la situación. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el presidente serbio ha recibido críticas de Estados Unidos hacia los manifestantes, un fenómeno que también ha sido respaldado por Rusia. La Unión Europea, por su parte, ha mantenido una postura ambigua, preocupada por la estabilidad en una región donde Serbia juega un papel crucial, especialmente en el contexto de su relación con Kosovo.
La tarea de Macut no será fácil. Tiene hasta el 18 de abril para formar un Gobierno que satisfaga tanto a Vučić como a los ciudadanos descontentos. Si no logra cumplir con esta misión, es probable que se convoquen elecciones anticipadas, lo que podría llevar a un mayor caos político.
La situación actual en Serbia refleja un momento crítico en la política del país. La falta de confianza en las instituciones y la percepción de que el sistema está diseñado para beneficiar a unos pocos han alimentado un clima de descontento que no parece disminuir. Las protestas han sido un llamado a la acción, no solo para el Gobierno, sino para toda la sociedad serbia, que busca un cambio real y duradero.
Mientras tanto, el futuro de la política serbia pende de un hilo. La elección de un médico como líder del nuevo Gobierno puede ser vista como un intento de Vučić de apaciguar a la población, pero muchos se preguntan si esta estrategia será suficiente para calmar las aguas en un país que ha estado en crisis durante tanto tiempo. La presión sobre Macut será intensa, y su éxito o fracaso podría definir el rumbo de Serbia en los próximos años.