En la actualidad, el uso de nuevas tecnologías se ha convertido en una parte esencial de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, su abuso puede tener efectos adversos en nuestra salud mental y bienestar. En este contexto, el médico Antonio Peña, especializado en tratamiento de adicciones, ofrece una perspectiva sobre cómo el consumo digital puede afectar a las familias, especialmente durante periodos festivos como la Semana Santa.
La Semana Santa es un momento de celebración y recogimiento, pero también puede ser una época en la que el tiempo frente a las pantallas se incrementa, especialmente para los niños y adolescentes. Peña enfatiza que cada familia tiene su propia dinámica y que es importante diferenciar entre momentos puntuales de uso de tecnología y las rutinas diarias. Esto es crucial para establecer límites saludables.
El impacto del consumo digital prolongado va más allá de la fatiga visual o los dolores físicos. La sobreexposición a las redes sociales puede generar una presión constante por compararse con los demás, lo que alimenta la ansiedad, el estrés y la baja autoestima. Además, la luz azul emitida por los dispositivos interfiere con la producción de melatonina, lo que puede dificultar el sueño y, por ende, afectar la concentración y el estado de ánimo.
Peña señala que, a pesar de estar ‘conectados’, la falta de interacciones cara a cara puede llevar a un sentimiento de aislamiento emocional. Las relaciones personales directas son fundamentales para mantener un buen bienestar emocional. Por ello, la prevención es clave, y debe abordarse en familia, combinando hábitos saludables como el ejercicio y el tiempo de calidad compartido.
Un aspecto interesante que plantea el doctor es que la dependencia digital a menudo no se debe únicamente a la tecnología, sino a una necesidad de compensar carencias emocionales. El uso compulsivo de dispositivos puede convertirse en una vía para evitar el dolor o llenar vacíos emocionales, lo que hace que abordar solo el síntoma del uso excesivo no sea suficiente. Es fundamental reconocer el origen emocional del comportamiento y trabajar en ello, preferiblemente con la ayuda de un terapeuta o un grupo de apoyo especializado.
Es importante estar atentos a las señales de alerta que indican una posible dependencia digital. Los adolescentes son particularmente vulnerables a la presión de las redes sociales, lo que puede desencadenar problemas de autoestima y salud mental. En el caso de los niños pequeños, el exceso de pantallas puede interferir en su desarrollo emocional y social. Para los adultos, especialmente aquellos que ya padecen ansiedad o depresión, el uso de dispositivos puede convertirse en una forma de evasión que agrava su malestar.
Para prevenir recaídas en el uso excesivo de tecnología, los expertos recomiendan establecer horarios de uso, desactivar notificaciones y fomentar actividades gratificantes sin tecnología. La clave no está en prohibir el uso de dispositivos, sino en aprender a convivir con ellos de manera equilibrada. Esto incluye establecer pausas y elegir conscientemente cómo y cuándo utilizar la tecnología, recordando que el bienestar emocional también se construye lejos de las pantallas.
En conclusión, la Semana Santa puede ser una oportunidad para reflexionar sobre el uso de la tecnología en nuestras vidas. Encontrar un equilibrio entre el tiempo en línea y las interacciones personales puede contribuir a un mejor bienestar emocional, especialmente en un mundo donde la conexión digital es cada vez más predominante. La educación en el uso responsable de la tecnología es esencial, no solo para los niños y adolescentes, sino también para las familias en su conjunto, para asegurar que todos puedan disfrutar de momentos de calidad juntos, sin la interferencia de las pantallas.