A lo largo de la vida, nuestro cuerpo entra en contacto con numerosos microorganismos, algunos de los cuales apenas nos dejan rastro, mientras que otros logran permanecer con nosotros sin que lo notemos. En ocasiones, una persona puede sentirse completamente sana, sin síntomas evidentes, pero en su interior, ciertos agentes infecciosos hacen estado de presencia, en un estado de reposo del que pueden despertarse bajo ciertas circunstancias. El sistema inmunológico trabaja incansablemente para defendernos de amenazas externas, pero existen microorganismos que se las ingenian muy bien para esquivar esta vigilancia. Algunos se ocultan en nuestras propias células, pasando desapercibidos durante años o incluso décadas. Su presencia es tan sutil que la mayoría de las personas jamás llegan a sospechar que son portadoras.
Uno de estos sigilosos invasores es el virus de Epstein-Barr (VEB), conocido por ser uno de los virus más comunes que contrae la gente. Este virus se transmite principalmente a través de los fluidos corporales, especialmente la saliva, y suele ser más común durante la infancia, muchas veces sin síntomas notables. Sin embargo, cuando el contagio se da en la adolescencia o en la juventud, es más probable que cause mononucleosis infecciosa, una enfermedad que se caracteriza por fiebre, fatiga extrema y ganglios inflamados.
La dificultad para detectar la infección por VEB radica en su capacidad para permanecer latente en el organismo. Una vez dentro de las células, el virus entra en un estado de latencia, evitando que el sistema inmune lo detecte. Durante esta fase, no se replica activamente, lo que le permite permanecer en el organismo sin desencadenar una respuesta inflamatoria evidente. Solo en determinadas circunstancias, cuando el sistema inmunológico se debilita, el virus puede reactivarse y multiplicarse nuevamente.
El doctor Felipe Franco Burbano, coordinador de Urgencias del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario de Madrid, describe al VEB como un ‘maestro del engaño’ debido a su gran capacidad para evadir el sistema inmunológico. Este virus infecta a los linfocitos B, que son esenciales en la respuesta inmunológica, y manipula proteínas que interfieren con la activación de las células responsables de combatir infecciones. Esto le permite prolongar su permanencia en el cuerpo sin ser eliminado por completo.
La gravedad de la infección por VEB depende de diversos factores, como la fortaleza del sistema inmune y la presencia de otras enfermedades. En personas con alteraciones en sus defensas, como aquellas que han recibido un trasplante o que padecen VIH, el virus puede desencadenar patologías más severas. En situaciones extremas, su reactivación puede estar vinculada con ciertos tipos de linfomas u otras complicaciones graves.
La mayoría de las personas infectadas con el VEB no experimentan problemas de salud evidentes. Sin embargo, si la infección se produce durante la niñez, puede pasar desapercibida. En cambio, si la persona se contagia en la adolescencia o en la adultez temprana, puede causar mononucleosis infecciosa, cuyos síntomas suelen resolverse en pocas semanas. A pesar de esto, una vez que el virus ha ingresado al organismo, permanecerá de por vida en un estado latente.
Detectar la presencia del VEB en el organismo puede ser complicado debido a su capacidad para esconderse dentro de las células sin provocar síntomas evidentes. Sin embargo, existen pruebas que permiten identificar la infección, basándose en la detección de anticuerpos. Los anticuerpos IgM indican una infección activa, mientras que los IgG señalan una infección previa y la presencia del virus en estado latente.
No existe un tratamiento específico para erradicar este virus del cuerpo, ya que en la mayoría de los casos no es necesario, dado que el organismo es capaz de controlarlo por sí mismo. Sin embargo, en individuos con un sistema inmune debilitado, es importante monitorear su posible reactivación para evitar complicaciones. La comprensión de cómo el virus de Epstein-Barr opera en el organismo es crucial para abordar sus efectos y prevenir complicaciones en aquellos que son más vulnerables a sus efectos.