El mercado franco de Cáceres, que ha estado presente en la ciudad durante casi cinco décadas, es más que un simple punto de venta; es un símbolo de la cultura y la vida social de la comunidad. Desde su creación en 1977, este mercadillo ha experimentado múltiples traslados y cambios, reflejando no solo la evolución del comercio ambulante, sino también las dinámicas sociales y políticas de la ciudad.
La historia del mercado franco comienza en un contexto donde la venta ambulante era una práctica común, pero desorganizada. Antes de 1977, los vendedores ambulantes operaban sin una regulación clara, lo que generaba conflictos con los residentes locales. Fue gracias a la presión de un colectivo de amas de casa, liderado por Josefa Toboso, que se logró formalizar esta actividad y establecer un espacio específico para el mercadillo.
Desde su primera ubicación en la calle Camino Llano y la plaza Marrón, el mercado ha ido cambiando de lugar en respuesta a las quejas vecinales y al crecimiento urbano. En 1988, se trasladó a El Rodeo, donde se buscaba una mejor organización y un espacio más adecuado para los vendedores. Sin embargo, la lejanía de esta ubicación respecto al centro de la ciudad generó nuevas críticas y preocupaciones sobre la accesibilidad.
En 1999, el mercado se reubicó en la Ronda de la Pizarra, un cambio que inicialmente fue recibido con desconfianza por parte de los comerciantes. No obstante, esta nueva ubicación resultó ser un éxito, convirtiéndose en un punto de encuentro vibrante que atraía tanto a locales como a visitantes. La combinación de accesibilidad y un entorno urbanizado propició un aumento en el número de compradores, consolidando el mercadillo como un evento social significativo.
El último traslado significativo ocurrió en 2012, cuando el mercado se estableció en Vegas del Mocho, debido a la construcción de un nuevo hospital. Aunque este cambio se planteó como provisional, se ha prolongado durante más de una década, generando descontento entre los vendedores que critican la falta de servicios básicos y la lejanía del centro. A pesar de las dificultades, el mercado ha mantenido su esencia, siendo un lugar donde la comunidad se reúne no solo para comprar, sino también para socializar y disfrutar de un ambiente festivo.
Recientemente, el gobierno municipal había propuesto un nuevo traslado al Parque Empresarial Mejostilla, lo que generó un intenso debate entre los diferentes sectores de la ciudad. Sin embargo, ante la presión de los comerciantes y la comunidad, el alcalde decidió paralizar este traslado, permitiendo que el mercado continúe en su ubicación actual mientras se busca una solución definitiva.
La historia del mercado franco es un reflejo de la resistencia y la adaptabilidad de sus vendedores, quienes han luchado por mantener su actividad a pesar de los constantes cambios. Este mercadillo no solo representa una fuente de ingresos para muchos, sino que también es un espacio donde se entrelazan las historias de generaciones de cacereños. La tradición de ir al mercadillo es un ritual que se ha transmitido a lo largo de los años, convirtiéndose en una parte integral de la identidad local.
A medida que se busca un lugar estable para el mercado, la comunidad se enfrenta al reto de equilibrar la actividad comercial con la convivencia ciudadana. La necesidad de encontrar un espacio que respete tanto a los vendedores como a los residentes es crucial para garantizar la supervivencia de este emblemático mercadillo. La historia del mercado franco de Cáceres sigue escribiéndose, y su futuro dependerá de la capacidad de la comunidad para unirse en torno a esta tradición que ha perdurado a lo largo del tiempo.