La reciente participación de Israel en el festival de Eurovisión ha desatado una ola de críticas y controversias, especialmente en el contexto de la situación actual en Gaza. La eurodiputada de Podemos, Irene Montero, ha sido una de las figuras más vocales en este debate, celebrando las protestas en contra de la representación israelí en el certamen. Esta situación ha llevado a un intercambio de acusaciones entre Montero y representantes del gobierno israelí, lo que ha puesto de relieve las tensiones políticas que rodean el evento musical.
La eurodiputada, quien también es candidata a las próximas elecciones generales, utilizó sus redes sociales para expresar su apoyo a las manifestaciones que se oponen a la participación de Israel en Eurovisión. En un mensaje, Montero agradeció a los eurofans por la «tremenda pitada» que recibió la representante israelí, Yuval Raphael, durante su actuación. Este gesto fue interpretado como una forma de protesta contra la política israelí en Gaza, donde la situación humanitaria ha sido crítica, con más de 50,000 víctimas desde el inicio de la ofensiva hace un año y medio.
La respuesta de Israel no se hizo esperar. Dan Poraz, encargado de negocios de Israel en España, criticó a Montero por lo que él describió como apoyo al acoso hacia Raphael, quien es una sobreviviente del ataque de Hamás en octubre de 2023. En su mensaje, Poraz hizo una comparación entre Montero y Adolf Hitler, insinuando que sus declaraciones evocaban un antisemitismo latente. Este tipo de acusaciones no son nuevas en el contexto del conflicto israelo-palestino, donde las críticas a Israel a menudo son interpretadas como un ataque a la comunidad judía en general.
Montero, por su parte, no se quedó callada ante las acusaciones. En su respuesta, reafirmó su postura al calificar a Israel como un «estado terrorista» y a su liderazgo como el «Hitler de nuestro siglo». Esta retórica ha generado un debate intenso sobre la libertad de expresión y los límites de la crítica política, especialmente en un contexto tan delicado como el del conflicto en Oriente Medio.
La controversia ha llevado a que varios sectores políticos y civiles en España exijan la expulsión de Israel de Eurovisión. La coalición de izquierda Sumar, que forma parte del gobierno, ha solicitado a RTVE que no emita la actuación israelí, argumentando que la participación de Israel en el festival es inapropiada dada la situación en Gaza. RTVE, por su parte, ha indicado que planea hacer una mención simbólica al conflicto durante la transmisión, aunque no ha tomado medidas más drásticas como la exclusión de Israel del evento.
Este debate no solo se limita a la política española, sino que también refleja una creciente polarización en Europa sobre cómo abordar el conflicto israelo-palestino. Las manifestaciones en apoyo a Palestina han crecido en varios países, y Eurovisión, como un evento de gran visibilidad, se ha convertido en un escenario para que estas tensiones se manifiesten públicamente.
La situación en Gaza ha sido un tema candente en la política internacional, y la respuesta de los gobiernos europeos ha variado. Algunos líderes han expresado su apoyo a Israel, mientras que otros han condenado las acciones del estado hebreo. En este contexto, la participación de Israel en Eurovisión se ha convertido en un símbolo de la lucha más amplia por los derechos humanos y la justicia en la región.
La controversia también ha puesto de relieve el papel de las redes sociales en la política contemporánea. Montero ha utilizado plataformas como X para difundir su mensaje y movilizar apoyo, lo que ha llevado a un aumento en la visibilidad de las protestas contra la participación israelí. Este uso de las redes sociales ha permitido que voces que tradicionalmente han sido marginadas en el debate político obtengan una plataforma para expresar sus opiniones.
A medida que se acerca la fecha del festival, la atención sobre la participación de Israel y las reacciones a ella solo parece intensificarse. La situación en Gaza, junto con las tensiones políticas en Europa, ha creado un ambiente en el que la música y la política se entrelazan de maneras inesperadas. La controversia en torno a Eurovisión es un recordatorio de que, en el mundo actual, los eventos culturales a menudo son el reflejo de las luchas políticas y sociales más amplias que enfrentamos.