La economía británica ha registrado un crecimiento inesperado del 0,5% en febrero, lo que representa un alivio temporal para el primer ministro Keir Starmer y su gobierno. Este aumento, que se considera el mejor dato desde que Starmer asumió el cargo en julio del año pasado, ha sido impulsado principalmente por el sector industrial, que creció un 1,5%. También se observaron incrementos en la construcción y los servicios, aunque en menor medida, con aumentos del 0,4% y 0,3%, respectivamente.
Los datos, publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS), han sorprendido a los analistas, quienes esperaban un crecimiento mucho más modesto del 0,1%. Este resultado se produce después de un estancamiento en enero, donde el PIB se mantuvo sin cambios, aunque la ONS revisó ligeramente su estimación inicial de una contracción del 0,1% a un estancamiento.
El crecimiento del 0,6% en el trimestre que finalizó en febrero también ofrece un respiro al gobierno británico, que ha hecho del crecimiento económico su principal prioridad. Sin embargo, este optimismo llega en un momento crítico, ya que el país se enfrenta a la inminente implementación de aranceles por parte de Estados Unidos y un aumento de impuestos que podría afectar la economía.
La ministra de Hacienda, Rachel Reeves, ha declarado que el gobierno debe actuar con mayor rapidez y eficacia para fomentar el crecimiento y mejorar la situación económica de la clase trabajadora. A pesar del crecimiento en febrero, el Reino Unido ha registrado un aumento del PIB en solo cuatro de los últimos nueve meses, lo que plantea dudas sobre la sostenibilidad de esta tendencia positiva.
El estancamiento económico y la incertidumbre global han llevado a algunos economistas a advertir que la economía británica se encuentra en un periodo de gran incertidumbre, el más significativo desde la pandemia de COVID-19. Joe Nellis, asesor económico de la consultora MHA, ha señalado que, a pesar del crecimiento en febrero, la combinación de estancamiento nacional y la inestabilidad global no es una base sólida para el crecimiento económico que el gobierno necesita desesperadamente.
La economía británica ahora enfrenta el desafío de los aranceles que Estados Unidos planea imponer sobre sus exportaciones. Aunque Londres no ha tomado represalias inmediatas, se espera que las negociaciones con Washington sean cruciales para mitigar el impacto de estas medidas. Al mismo tiempo, las empresas han expresado su preocupación por los efectos que tendrá el aumento de impuestos, que ascenderá a unos 25.000 millones de libras, sobre el empleo y los precios.
En resumen, el crecimiento del 0,5% en febrero ha sido un alivio para el gobierno británico, pero las incertidumbres económicas y políticas que se avecinan podrían poner en riesgo esta recuperación. La atención ahora se centra en cómo el gobierno manejará los desafíos que se avecinan, incluidos los aranceles de Trump y el aumento de impuestos, que podrían afectar la estabilidad económica a largo plazo.