El uso de opiáceos ha crecido de manera alarmante en España, reflejando una tendencia preocupante que se ha intensificado en la última década. Lo que comenzó como una solución terapéutica para el manejo del dolor ha derivado en un aumento significativo de la dependencia y el sufrimiento emocional. La situación es especialmente crítica en el caso del fentanilo, un potente analgésico que, aunque originalmente se prescribía para pacientes oncológicos, ahora se está utilizando de manera indiscriminada en personas sin diagnóstico de cáncer. Este cambio en la prescripción médica ha llevado a que un porcentaje alarmante de pacientes, especialmente mujeres de entre 35 y 64 años, se encuentren en riesgo de desarrollar una adicción.
### La Transformación de la Prescripción Médica
Durante años, los opiáceos fueron considerados la solución ideal para el dolor crónico, pero la realidad ha demostrado que su uso puede convertirse en una trampa peligrosa. Según un informe de la FDA, la tasa de adicción entre pacientes que reciben tratamientos con opiáceos de liberación prolongada puede alcanzar hasta el 22,5% en un año. Este dato ha reavivado el debate sobre el uso de estos medicamentos, y España no puede permanecer ajena a esta problemática. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha indicado que el consumo de opiáceos se ha duplicado entre 2010 y 2021, lo que pone de manifiesto la necesidad de abordar esta crisis desde una perspectiva integral.
El fentanilo, en particular, ha sido objeto de preocupación debido a su potencia, que puede ser hasta cien veces mayor que la de la morfina. Este medicamento, que debería ser utilizado con extrema precaución, se prescribe a menudo en contextos donde la atención médica es breve y la presión asistencial es alta. La falta de formación en adicciones entre los profesionales de la salud también contribuye a esta crisis, ya que muchos médicos no están equipados para identificar y tratar la dependencia que puede surgir del uso de opiáceos.
### La Medicalización del Dolor Emocional
El dolor emocional y social, que a menudo se manifiesta en forma de ansiedad, soledad o estrés, rara vez se aborda en la consulta médica tradicional. En su lugar, se recetan fármacos que no tratan las causas subyacentes de estos problemas. Esta medicalización del dolor cotidiano está abriendo la puerta a una crisis silenciosa, donde las personas no se identifican como dependientes porque los medicamentos fueron prescritos por un profesional de la salud. Sin embargo, cuando el cuerpo se adapta a la ayuda química de los opiáceos, comienzan a aparecer señales de dependencia, como la necesidad de aumentar la dosis, insomnio, irritabilidad y ansiedad.
La situación es aún más compleja porque muchas personas no son conscientes de que su consumo de opiáceos puede haber comenzado como una solución a problemas emocionales no atendidos. La falta de atención a estos aspectos emocionales en el tratamiento del dolor físico puede llevar a una dependencia que se manifiesta de manera silenciosa y gradual. La realidad es que el dolor no siempre es físico; a menudo, es el resultado de traumas, duelos o situaciones de precariedad emocional que requieren un enfoque más holístico y humano.
La crisis de los opiáceos en España, aunque no ha alcanzado la magnitud de la epidemia de sobredosis que se vive en Estados Unidos, presenta síntomas preocupantes. El aumento en las prescripciones, el uso recreativo de derivados opiáceos y la creciente presencia del fentanilo en mercados ilegales son indicativos de que el problema podría estar gestándose de manera clandestina. La receta electrónica ha introducido un cierto control, pero no es suficiente para abordar la raíz del problema.
Para enfrentar esta crisis, es fundamental adoptar un enfoque multidisciplinario que incluya formación específica para el personal médico, campañas de sensibilización dirigidas a la población y programas de apoyo psicológico y social. No se trata solo de controlar el número de recetas, sino de escuchar y atender el dolor en todas sus dimensiones. La advertencia del psicólogo José Manuel Zaldúa resuena con fuerza: «Es un ejemplo claro de cómo una herramienta terapéutica puede convertirse en un riesgo de salud pública». La clave para evitar una crisis sanitaria de gran escala radica en reconocer la dependencia y abordar el dolor emocional y social que a menudo se oculta detrás de la prescripción de opiáceos.