La revolución tecnológica impulsada por la Inteligencia Artificial (IA) ha traído consigo una serie de desafíos que van más allá de la innovación y el avance digital. A medida que la IA se convierte en un componente esencial de nuestras infraestructuras, surgen preocupaciones sobre la disponibilidad de recursos críticos como el agua, la energía y el ancho de banda. Estos elementos no solo son fundamentales para el funcionamiento de los centros de datos, sino que también tienen implicaciones geopolíticas y sociales que deben ser abordadas con urgencia.
**La Escasez de Agua y su Impacto en la IA**
El agua se ha convertido en un recurso cada vez más escaso, y su demanda está en aumento debido a la necesidad de refrigeración en los centros de datos. Estos centros, que son esenciales para el funcionamiento de la IA, pueden consumir hasta 1,5 millones de litros de agua al día. Con proyecciones que sugieren que esta demanda podría duplicarse para 2030, países como España, que ya enfrentan limitaciones en sus recursos hídricos, podrían verse en una situación crítica. La falta de agua no solo afectará el abastecimiento a las poblaciones, sino que también pondrá en riesgo las infraestructuras digitales que sustentan la IA.
Los expertos advierten que, en algunos lugares, la competencia por el agua podría desencadenar conflictos locales, lo que obligará a las empresas tecnológicas a buscar alternativas de enfriamiento más sostenibles. La reutilización del agua y el uso de aire frío son algunas de las soluciones que se están considerando. Sin embargo, la implementación de estas alternativas requerirá inversiones significativas y un cambio en la forma en que se gestionan los recursos hídricos.
**La Demanda Energética y el Futuro de las Infraestructuras**
La energía eléctrica se ha convertido en el combustible insaciable de la era digital. Con el aumento del uso de la IA y la expansión de los centros de datos, se prevé que el consumo eléctrico global se duplique para 2030. Esta situación plantea un desafío considerable para las redes eléctricas actuales, que ya han mostrado signos de estrés, como se evidenció en el apagón nacional de abril pasado. La transición hacia energías renovables es un paso necesario, pero la velocidad de esta transición debe ser suficiente para satisfacer la creciente demanda.
La Agencia Internacional de la Energía (IEA) ha señalado que el consumo de electricidad de los centros de datos podría representar hasta el 5% de la energía global generada. En este contexto, España enfrenta un dilema: mientras el gobierno busca aumentar la producción de energía renovable, la dependencia de la IA y otras tecnologías digitales podría superar la capacidad de generación actual. Esto plantea interrogantes sobre la viabilidad de los planes del gobierno para lograr una transición energética sostenible sin recurrir a fuentes de energía más controvertidas, como la energía nuclear.
A medida que nos acercamos a 2030, también se anticipa la llegada de redes de 6G, que prometen velocidades de conexión significativamente más rápidas y una latencia ultrabaja. Sin embargo, la implementación de esta tecnología requerirá una modernización masiva de las infraestructuras existentes, lo que a su vez generará una presión adicional sobre los recursos hídricos y energéticos. La gestión del agua se volverá aún más crítica, y los países de la Unión Europea deberán adoptar estrategias de uso sostenible y reutilización para enfrentar la escasez provocada por el cambio climático.
**Implicaciones Geopolíticas y Sociales**
El despliegue de la tecnología 6G en España podría verse obstaculizado por la falta de infraestructura adecuada, especialmente en áreas rurales que representan el 60% del territorio nacional. Esto no solo afecta la capacidad del país para convertirse en un hub tecnológico en el sur de Europa, sino que también tiene implicaciones geopolíticas y sociales. Se prevé que la automatización de al menos el 30% de las horas trabajadas obligue a millones de personas a cambiar de profesión y a recualificarse, lo que generará tensiones en el mercado laboral.
Además, el envejecimiento de la población y el cambio en los patrones de consumo impulsados por las nuevas generaciones, como los Zoomers, también influirán en las políticas públicas. La salud se está convirtiendo en un nuevo enfoque de riqueza, lo que podría cambiar la forma en que se invierte en infraestructura y servicios. Sin embargo, la falta de inversión en áreas críticas, como la salud y la educación, podría agravar la situación, dejando a la población vulnerable ante los cambios tecnológicos.
La magnitud de la disrupción tecnológica que se avecina exige una respuesta de inversión masiva. Se estima que la inversión necesaria para las redes de distribución europeas podría ascender a 400 mil millones de euros, mientras que en España, la combinación de inversión pública en transición energética y la inversión privada en centros de datos podría alcanzar los 114.000 millones de euros. Esta interdependencia entre la digitalización y la infraestructura física resalta la necesidad de una planificación estratégica que garantice la sostenibilidad de los recursos en el futuro.
La próxima década será un período crítico en el que la soberanía digital estará intrínsecamente ligada a la soberanía física. La forma en que se gestionen los recursos hídricos y energéticos determinará el éxito de la transformación digital y la capacidad de las naciones para adaptarse a los desafíos que se avecinan.
