La sexualidad es un aspecto fundamental de la vida humana, pero para muchas personas con discapacidad, este tema sigue siendo un tabú. La falta de educación sexual adecuada y el estigma social han llevado a que muchos no tengan acceso a su propia sexualidad. Sin embargo, la asistencia sexual se presenta como una solución viable para aquellos que buscan explorar su deseo afectivo de manera plena y satisfactoria. En este artículo, exploraremos la realidad de la asistencia sexual y cómo está cambiando la vida de muchas personas con diversidad funcional.
### La Realidad de la Sexualidad en Personas con Diversidad Funcional
Andrés Marcio, un joven de 20 años con laminopatía congénita, es un ejemplo de cómo la sociedad a menudo ignora las necesidades sexuales de las personas con discapacidad. A pesar de sus limitaciones físicas, Andrés tiene sueños y deseos como cualquier otra persona. Sin embargo, ha enfrentado la dura realidad de que la educación sexual le ha sido negada. «Ningún médico se ha sentado a hablarme de sexualidad. Jamás», dice Andrés, quien ha vivido toda su vida con la incertidumbre de su condición médica.
La sexualidad de las personas con diversidad funcional sigue siendo un tema tabú, a menudo ignorado por la educación formal y el entorno familiar. Esto crea un vacío en el que el deseo y la necesidad de intimidad pueden ser reprimidos. La historia de Andrés es la de muchos otros que han crecido sin respuestas y sin acceso a su propio cuerpo. La asistencia sexual surge como una alternativa para aquellos que necesitan apoyo para experimentar su sexualidad de manera segura y satisfactoria.
Antonio Centeno, fundador del portal web Asistencia Sexual, enfatiza la importancia de normalizar la sexualidad de las personas con discapacidad. «La gente con diversidad funcional no tiene acceso al placer. Nosotros tratamos de ponerle solución», afirma. La asistencia sexual no se trata de una interacción sexual en sí misma, sino de un acompañamiento que permite a las personas explorar su deseo de manera autónoma y digna.
### La Asistencia Sexual: Un Derecho y una Necesidad
La asistencia sexual es un concepto que ha comenzado a ganar terreno en la discusión sobre los derechos de las personas con discapacidad. En muchos países europeos, como Suiza, Alemania y Dinamarca, la asistencia sexual está reconocida legalmente, lo que permite la profesionalización de esta figura y el respaldo económico por parte del estado. Sin embargo, en España, la situación es muy diferente. La falta de legislación y el estigma social han dificultado el reconocimiento de la asistencia sexual como un derecho.
Antonio Centeno ha estado trabajando en este ámbito durante años, ofreciendo apoyo a quienes no pueden acceder a su propio cuerpo de manera autónoma. «Lo que más genera situaciones de abuso es la situación que tenemos ahora mismo. La gente con diversidad funcional no tiene acceso al placer y no conoce su cuerpo desde el punto de vista sexual», explica. La asistencia sexual se presenta como una herramienta para alcanzar la autonomía y el bienestar emocional.
Mon García, una asistente sexual, comparte su experiencia en este campo. Al principio, la idea de asistir a personas con discapacidad en su exploración sexual le era ajena. Sin embargo, tras investigar y comprender que se trataba de un derecho, decidió involucrarse. «La asistencia sexual no implica interacciones de cuerpos. Es un apoyo a la autonomía de la persona», aclara Mon. Su trabajo consiste en facilitar un espacio seguro donde las personas puedan explorar su sexualidad sin prejuicios.
La asistencia sexual no es un capricho, sino una necesidad. Muchas personas con discapacidad enfrentan barreras físicas y emocionales que les impiden acceder a su propia sexualidad. La asistencia sexual ofrece un camino para superar estas barreras, permitiendo que las personas se sientan cómodas y seguras en su propia piel.
### La Lucha por el Reconocimiento y la Normalización
A pesar de los avances en otros países, la lucha por el reconocimiento de la asistencia sexual en España sigue siendo un desafío. La falta de legislación y el estigma social dificultan la financiación y el apoyo a quienes trabajan en este ámbito. «No podemos recibir subvenciones ni financiarnos de manera convencional, por ejemplo, a través de publicidad. Es un enorme obstáculo que, además, fomenta el estigma social hacia quienes se dedican a este trabajo», lamenta Antonio Centeno.
El sexólogo Guillermo González, responsable del Comité de ética de la Asociación Sexualidad y Discapacidad, subraya la importancia de atender adecuadamente a quienes demandan asistencia. «Es fundamental garantizar que la persona encargada del acompañamiento esté lo más profesional y personalmente preparada posible», señala. La formación y la preparación son esenciales para asegurar que la asistencia sexual se realice de manera ética y respetuosa.
La comunidad de asistentes sexuales se basa en la confianza y la prudencia. Aunque no hay un sistema de verificación infalible, Antonio confía en que la educación y la transparencia son clave para crear un entorno seguro. «No somos una agencia. No tenemos la capacidad ni la voluntad de fiscalizar todo. Pero sí estamos comprometidos en educar a la gente sobre los riesgos y en ofrecer pautas de precaución», explica.
La asistencia sexual no solo se trata de facilitar el acceso a la intimidad, sino que también implica un trabajo más amplio de educación sexual y fortalecimiento de la autoestima. En este sentido, la asistencia sexual se convierte en un acto de cuidado, donde el bienestar de la persona con discapacidad es la prioridad.
### La Asistencia Sexual en Europa: Un Modelo a Seguir
En Europa, la asistencia sexual ha sido reconocida como un derecho en varios países, lo que ha permitido la creación de redes de apoyo y la profesionalización de los asistentes sexuales. Steven De Weirdt, responsable de la Plataforma Europea de Asistencia Sexual (EPSEAS), destaca la importancia de este reconocimiento. «Nos ha llevado años conseguir que la política entendiera nuestra visión, pero ahora estamos un paso por delante», afirma.
La EPSEAS no solo gestiona una red de asistentes sexuales, sino que también trabaja en colaboración con asociaciones internacionales para promover un enfoque ético y profesional de la asistencia sexual. «No es un negocio. No perseguimos un rédito o una lógica comercial. La asistencia sexual es cuidar», enfatiza De Weirdt.
El trabajo de la EPSEAS ha sido clave para avanzar en el reconocimiento de la asistencia sexual como un derecho y no solo como un servicio. Este enfoque integral abarca no solo el acceso a la intimidad, sino también la educación sexual y la reivindicación del derecho al placer. La asistencia sexual se presenta como una herramienta poderosa para empoderar a las personas con discapacidad y permitirles vivir su sexualidad de manera plena y satisfactoria.