La reciente decisión de Estados Unidos de abandonar la UNESCO a finales de 2026 marca un hito significativo en la política exterior del país bajo la administración de Donald Trump. Esta medida, que se produce en un contexto de creciente tensión entre Washington y las organizaciones internacionales, refleja una postura que ha caracterizado a la presidencia de Trump desde su primer mandato. La UNESCO, la agencia de la ONU dedicada a la educación, la ciencia y la cultura, ha sido objeto de críticas por parte de la administración estadounidense, que la acusa de promover políticas consideradas «woke» y de tener un sesgo anti-Israel.
La decisión fue anunciada oficialmente por el Departamento de Estado y confirmada por la Casa Blanca, donde se argumentó que la UNESCO ha fracasado en su misión de promover la paz y la cooperación internacional. Según Tammy Bruce, portavoz del departamento, la agencia ha mantenido un enfoque desproporcionado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, lo que se considera incompatible con la política exterior de «América Primero». Esta retórica no es nueva; ya en su primer mandato, Trump había tomado una decisión similar, aunque fue revertida por su sucesor, Joe Biden.
La controversia en torno a la UNESCO no es solo una cuestión de política interna estadounidense, sino que también tiene implicaciones internacionales. La admisión de Palestina como estado miembro en 2011 ha sido un punto de fricción constante entre Estados Unidos y la agencia. Desde la perspectiva de la administración Trump, esta decisión ha contribuido a una retórica anti-Israel que consideran inaceptable. Anna Kelly, portavoz de la Casa Blanca, enfatizó que la decisión de Trump responde a la percepción de que la UNESCO apoya causas sociales y culturales que están desconectadas de las preocupaciones de los votantes estadounidenses.
La respuesta a esta decisión ha sido variada. Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO y exministra francesa, expresó su profunda decepción, aunque anticipó que esta medida era previsible. Azoulay ha defendido los esfuerzos de la UNESCO en la educación sobre el Holocausto y la lucha contra el antisemitismo, argumentando que las acusaciones de la administración Trump contradicen la realidad de los esfuerzos de la agencia. Además, ha señalado que la decisión de Estados Unidos contradice los principios fundamentales del multilateralismo, un concepto que ha sido central en las relaciones internacionales desde la Segunda Guerra Mundial.
La salida de Estados Unidos de la UNESCO no es un hecho aislado. Este es el tercer retiro del país de la agencia, habiendo ocurrido previamente bajo la administración de Ronald Reagan en 1984 y durante el mandato de Barack Obama en 2011. En cada uno de estos casos, las razones han estado vinculadas a acusaciones de parcialidad y politización de los temas tratados por la agencia. Durante la administración de Obama, el recorte de fondos se produjo tras el reconocimiento de Palestina como estado miembro, lo que llevó a una disminución significativa en el financiamiento de la UNESCO por parte de Estados Unidos.
La influencia de China en la UNESCO también ha sido un tema recurrente en el debate. Durante su mandato, Biden argumentó que la reintegración de Estados Unidos en la agencia era crucial para contrarrestar la creciente influencia de China, que se había convertido en una fuente principal de financiamiento para la organización. Biden se comprometió a pagar 619 millones de dólares que Washington no había aportado a programas de la UNESCO, que incluyen iniciativas de acceso a la educación en África y la preservación de la memoria del Holocausto.
La decisión de Trump de retirarse de la UNESCO se inscribe en un patrón más amplio de desconfianza hacia las organizaciones internacionales. Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump ha criticado abiertamente a varias instituciones vinculadas a la ONU, incluyendo el Consejo de Derechos Humanos y la Organización Mundial de la Salud. Este enfoque ha generado preocupación entre los aliados de Estados Unidos, quienes ven en estas acciones un debilitamiento del liderazgo estadounidense en el ámbito internacional.
A medida que se acerca la fecha de retirada, se espera que la UNESCO continúe adaptándose a la nueva realidad sin el apoyo financiero de Estados Unidos. La agencia ha estado trabajando para diversificar sus fuentes de ingresos y ha expresado su compromiso de seguir adelante con su misión de promover la paz a través de la educación, la ciencia y la cultura. Sin embargo, la ausencia de uno de sus principales financiadores plantea desafíos significativos para su futuro y su capacidad de llevar a cabo sus programas.
La decisión de Trump de abandonar la UNESCO es un reflejo de un cambio más amplio en la política exterior estadounidense, donde el multilateralismo se ve cada vez más cuestionado. A medida que el mundo se enfrenta a desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad y los conflictos internacionales, la cooperación entre naciones se vuelve más crucial que nunca. La salida de Estados Unidos de la UNESCO podría tener repercusiones duraderas en la forma en que se aborda la cooperación internacional en el futuro.