Javier Milei ha emergido como una figura polarizadora en la política argentina, y su ascenso al poder ha suscitado tanto admiración como controversia. En su reciente libro, «Las fuerzas del cielo. Secretos, confesiones y peligros de la primera presidencia mesiánica», el biógrafo Juan Luis González explora la complejidad de Milei, revelando aspectos de su vida personal que influyen en su estilo de liderazgo y en su visión política. Este artículo se adentra en las creencias y experiencias que han moldeado a Milei, así como en la relación entre su vida privada y su papel como presidente.
La conexión entre religión y política en el liderazgo de Milei
Una de las afirmaciones más intrigantes que González hace en su libro es que Javier Milei no solo ve la política como un medio, sino que la considera un vehículo para cumplir una misión religiosa. Según el autor, Milei se comunica con lo que él llama «el Uno», una entidad divina que le dicta su camino político. Esta perspectiva no solo redefine la política en Argentina, sino que también plantea preguntas sobre la separación entre religión y Estado. En un país donde estas dos esferas han sido tradicionalmente vistas como separadas, la visión de Milei desafía esta noción, sugiriendo que su gobierno tiene un carácter casi teocrático.
González destaca que Milei ha construido un «triángulo de hierro» con su hermana Karina y su asesor Santiago Caputo, quienes desempeñan roles cruciales en su administración. La relación que Milei tiene con su hermana es particularmente reveladora; ella ha sido descrita como una figura casi mística en su vida, actuando como una guía espiritual y emocional. Esta dinámica familiar, junto con las creencias de Milei sobre su conexión con lo divino, sugiere que su liderazgo está profundamente influenciado por su vida personal y sus experiencias traumáticas de la infancia.
La infancia de Milei, marcada por el abuso y el bullying, ha dejado huellas profundas en su psique. González relata un episodio en el que Milei, de solo 11 años, fue testigo de una intervención casi milagrosa de su hermana durante una paliza que le propinaba su padre. Este evento, que Milei interpreta como un acto de intervención divina, ha sido fundamental en la construcción de su identidad y su visión del mundo. La idea de que su hermana es una figura casi mesiánica para él refuerza la noción de que su política está impregnada de un sentido de destino y salvación.
La percepción de Milei como un mesías
La figura de Milei como un mesías moderno es un tema recurrente en el análisis de su liderazgo. González argumenta que esta autoimagen no solo le proporciona legitimidad ante sus seguidores, sino que también le permite justificar decisiones políticas controvertidas. En su visión, la política es una lucha entre el bien y el mal, donde él se posiciona como el defensor de la luz contra las fuerzas oscuras, representadas en su narrativa por figuras como el Papa Francisco.
Este enfoque dualista de la política, donde se divide a la sociedad entre «ellos» y «nosotros», es característico de muchos movimientos populistas. Sin embargo, en el caso de Milei, esta retórica se ve intensificada por su creencia en un mandato divino. La idea de que su legitimidad proviene de Dios, más que de la ley humana, plantea serias preguntas sobre la naturaleza de su gobierno y su relación con la democracia.
González también menciona cómo Milei ha logrado atraer a un electorado que se siente identificado con su imagen de outsider. Su apariencia descuidada y su estilo de vida poco convencional resuenan con muchos argentinos que se sienten igualmente marginados. Esta conexión emocional, unida a su narrativa de salvación, ha sido clave para su éxito político. La capacidad de Milei para transformar su historia personal de sufrimiento en un activo electoral es un testimonio de su astucia como político.
La influencia de su entorno en la toma de decisiones
La relación de Milei con su círculo cercano es igualmente fascinante. González revela que para formar parte de su equipo, es esencial al menos aceptar su visión mesiánica. Este fenómeno se observa en la figura de Luis Caputo, su ministro de Economía, quien, tras una cena privada con Milei y Karina, se transforma en un ferviente creyente de la misión divina del presidente. Esta dinámica sugiere que el entorno de Milei no solo apoya su visión, sino que también se ve influenciado por ella, creando un ecosistema político donde la fe y la política se entrelazan de manera inextricable.
La narrativa de Milei, que mezcla elementos de locura y misticismo, ha encontrado un terreno fértil en una sociedad que busca desesperadamente respuestas y soluciones a sus problemas. En un contexto donde la política tradicional ha fallado, la figura de Milei se presenta como una alternativa radical, capaz de atraer a aquellos que anhelan un cambio significativo. La exploración de su vida y creencias por parte de González no solo ilumina la figura de Milei, sino que también plantea preguntas sobre el futuro de la política en Argentina y la influencia de la religión en la gobernanza.