El 29 de octubre de 2025, Valencia se vio sumida en una crisis sin precedentes cuando el 112 recibió un total de 8.238 llamadas de auxilio durante un almuerzo del president Carlos Mazón. Este evento, que debería haber sido un momento de tranquilidad, se tornó en un caos absoluto, con un saldo trágico de 229 fallecidos, de los cuales 60 perdieron la vida durante las más de tres horas que duró la comida. La narrativa del president, quien afirmó estar «puntualmente informado», contrasta drásticamente con los hechos que se desarrollaban en la ciudad y los datos que manejaba el Centro de Coordinación de Emergencias (Cecopi). A continuación, se presenta una cronología detallada de los eventos de aquel día fatídico.
La jornada comenzó a las 13:45 horas, cuando Mazón participó en su último acto público antes de la reunión con los agentes sociales. En ese momento, la exconsellera Salomé Pradas estaba en contacto con su equipo, recibiendo información sobre las amenazas que representaban el Poyo y el río Magro. A pesar de que la situación ya estaba bajo vigilancia, Mazón decidió continuar con su agenda y comenzó la comida a las 15:00 horas, ignorando las alertas que ya estaban en marcha.
A las 17:00 horas, el Cecopi se activó formalmente, mientras el 112 ya había recibido casi 10.000 llamadas de emergencia. Durante la comida, se registraron 8.238 llamadas entre las 15:00 y las 19:00 horas, lo que indica la magnitud de la crisis que se estaba desarrollando. A pesar de los intentos de Pradas por comunicarse con Mazón, la falta de respuesta fue notable. En un momento crítico, a las 17:37 horas, Pradas finalmente logró hablar con el president, pero la conversación duró solo dos minutos. En ese breve lapso, Mazón debería haber sido informado sobre la gravedad de la situación en Utiel, donde el río Magro estaba causando estragos.
La situación se tornó aún más crítica a las 18:16 horas, cuando se interrumpió la reunión del Cecopi para discutir el envío de un mensaje de alerta a la población. A pesar de que la necesidad de enviar un Es Alert se estaba consolidando, la sobremesa de Mazón continuaba. A las 18:30 horas, Pradas intentó nuevamente comunicarse con él, pero la conversación fue interrumpida por múltiples llamadas que Mazón estaba recibiendo. En este contexto, la falta de atención a las emergencias se hizo evidente, ya que las llamadas de auxilio seguían aumentando.
A las 18:45 horas, la comida de Mazón llegó a su fin, pero la crisis en Valencia estaba lejos de resolverse. En ese momento, el barranco del Poyo ya se había desbordado, y el número de fallecidos había alcanzado los 56. Mientras tanto, en el centro de emergencias, los técnicos trabajaban intensamente en el Es Alert, pero la respuesta del gobierno seguía siendo lenta. A las 19:00 horas, la sesión del Cecopi se reanudó, y la delegada del Gobierno informó sobre el desbordamiento del Poyo en Paiporta. Sin embargo, Mazón, que se encontraba en camino al Palau, no parecía estar al tanto de la magnitud de la crisis.
La desconexión de Mazón se hizo evidente cuando no se registraron llamadas entre las 18:57 y las 19:34 horas. Durante este tiempo crítico, Pradas intentó contactarlo sin éxito, lo que generó preocupación sobre su capacidad para gestionar la crisis. Finalmente, a las 20:00 horas, Mazón llegó al Palau, donde la situación ya era desesperada, con 142 personas fallecidas, de las cuales 82 habían muerto en la última hora. A pesar de la gravedad de la situación, Mazón continuó ocultando información a las Corts, lo que plantea serias dudas sobre su liderazgo y responsabilidad durante la crisis.
La tragedia del 29-O no solo dejó un saldo devastador de vidas perdidas, sino que también expuso las fallas en la comunicación y la gestión de emergencias por parte del gobierno. La falta de respuesta oportuna y la desconexión del president durante momentos críticos han generado un debate sobre la eficacia del liderazgo en situaciones de crisis. La reconstrucción de los eventos de ese día revela una serie de decisiones que, en retrospectiva, parecen haber contribuido a la magnitud de la tragedia, dejando a la población de Valencia en un estado de vulnerabilidad y desamparo ante una emergencia que podría haberse manejado de manera más efectiva.
