La violencia vicaria, un fenómeno que ha cobrado relevancia en los últimos años, se refiere a la violencia ejercida por un hombre hacia una mujer a través de sus hijos. Este tipo de violencia no solo afecta a las mujeres, sino que tiene un impacto devastador en los menores que son testigos o víctimas de esta situación. Yolanda Onandi, psicóloga y coordinadora del grupo de trabajo de igualdad y género en el Colegio Oficial de Psicología de la Región, ha compartido su perspectiva sobre este tema crítico, especialmente a raíz de un reciente caso de violencia vicaria en Murcia.
La psicóloga enfatiza que «el maltratador no nace, sino que se hace», lo que implica que la violencia puede ser desaprendida. Sin embargo, para lograr esto, es necesario un proceso de reflexión y cuestionamiento. Onandi sugiere que se deben implementar más programas y talleres dirigidos a hombres violentos, donde puedan aprender a ser padres responsables y a gestionar sus emociones de manera adecuada.
Uno de los aspectos más preocupantes de la violencia vicaria es la dificultad para identificar signos de que un menor podría estar en peligro. Onandi explica que cualquier niño en un entorno de violencia de género es potencialmente una víctima. Sin embargo, los signos de alerta no se encuentran en los menores, sino en el comportamiento del hombre violento. Esto plantea un desafío significativo para los profesionales que trabajan en la protección de menores, ya que muchas veces los niños no son escuchados o sus testimonios son cuestionados.
Las secuelas que sufren los menores expuestos a la violencia son profundas y duraderas. Onandi menciona que los traumas pueden manifestarse en forma de desorientación, conductas disfuncionales, bajo rendimiento académico y alteraciones emocionales. La casa, que debería ser un refugio seguro, se convierte en un entorno hostil donde los menores aprenden a aislarse y a evitar el conflicto. Este aislamiento puede llevar a que los niños se sientan impotentes y vulnerables, lo que agrava aún más su situación.
La psicóloga también aborda la cuestión de las visitas de los padres condenados por violencia machista. Aunque la ley permite la suspensión de estas visitas, Onandi señala que la interpretación de la ley a menudo carece de una perspectiva de género. Esto significa que, en muchos casos, los menores siguen expuestos a situaciones de riesgo. La falta de empatía y comprensión por parte de los agentes judiciales puede resultar en decisiones que no priorizan la seguridad de los niños.
Onandi destaca que muchas mujeres permanecen en relaciones violentas sin denunciar, creyendo que es la mejor manera de proteger a sus hijos. Esta situación es alarmante, ya que el sistema de protección infantil a menudo falla en identificar y actuar en estos casos. La psicóloga hace un llamado a la sociedad para que escuche a los menores y no cuestione su credibilidad. Los niños no tienen necesidad de mentir sobre su situación, y es fundamental que se les brinde un espacio seguro para expresar sus experiencias.
El caso reciente de un asesinato en Murcia, donde una niña fue presuntamente asesinada por su padrastro, ha puesto de relieve la urgencia de abordar la violencia vicaria. Onandi menciona que este tipo de crímenes son un recordatorio de la necesidad de actuar con rapidez y eficacia para proteger a los menores en situaciones de riesgo. La sociedad debe estar alerta y dispuesta a intervenir cuando se detecten signos de violencia, ya que cada día que pasa sin acción puede tener consecuencias fatales.
La violencia vicaria es un problema complejo que requiere un enfoque multidisciplinario. Onandi aboga por la creación de programas de intervención que no solo se centren en las víctimas, sino que también busquen rehabilitar a los agresores. La educación y la sensibilización son claves para cambiar la narrativa en torno a la violencia de género y para fomentar una cultura de respeto y responsabilidad en la paternidad.
En resumen, la violencia vicaria es un fenómeno que afecta a toda la sociedad y que requiere una respuesta integral. La voz de los expertos como Yolanda Onandi es crucial para entender la magnitud del problema y para desarrollar estrategias efectivas que protejan a los menores y promuevan un cambio positivo en la conducta de los hombres violentos.