En el contexto de la historia reciente de España, el 27 de septiembre de 1975 se erige como una fecha trágica y significativa, marcando los últimos fusilamientos del régimen franquista. Este evento no solo representa un capítulo oscuro de la dictadura, sino que también ha dejado una huella imborrable en la memoria colectiva del país. A través de relatos de testigos y análisis históricos, se desentraña la complejidad de un suceso que sigue resonando en la sociedad actual.
La Academia de Ingenieros del Ejército, ubicada en el término de Hoyo de Manzanares, se convirtió en el escenario de estos fusilamientos, donde la historia se entrelaza con la leyenda. Algunos soldados que han estado de guardia en la academia afirman haber escuchado ruidos extraños y visto luces en la oscuridad, lo que añade un aire de misterio a un lugar ya cargado de simbolismo. Sin embargo, más allá de las leyendas, la realidad de aquel día fue brutal y desoladora.
### Contexto Histórico y Judicial
Los fusilamientos de septiembre de 1975 fueron el resultado de un proceso judicial que careció de las garantías mínimas de un juicio justo. Cuatro pelotones de ejecución llevaron a cabo la condena de cinco individuos: tres miembros del FRAP y dos de ETA. Este acto se produjo en un contexto de creciente violencia y represión, donde el régimen franquista buscaba reafirmar su control ante la presión internacional y el descontento interno.
Los juicios que precedieron a estas ejecuciones fueron marcados por la arbitrariedad. Los consejos de guerra, celebrados en diversas localidades, se caracterizaron por la falta de pruebas y la negación de derechos fundamentales a la defensa. Los testimonios de torturas y maltratos durante las detenciones son parte de un relato que revela la crueldad del sistema judicial franquista. A pesar de las evidencias de irregularidades, el régimen se mantuvo firme en su decisión de ejecutar a los condenados, ignorando las súplicas de figuras internacionales y de la propia Iglesia.
El presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, se encontraba en una posición delicada. Su decisión de llevar a cabo las ejecuciones fue vista como un intento de mostrar fuerza ante un régimen que se tambaleaba. Sin embargo, este acto de violencia no logró frenar la creciente oposición al franquismo, que continuó movilizándose a pesar del miedo y la represión.
### Memoria y Olvido
A medida que los años han pasado, la memoria de estos fusilamientos ha sido objeto de debate y reinterpretación. Muchos en la oposición antifranquista, aunque condenaban la violencia de ETA y el FRAP, se sintieron incómodos al reivindicar la memoria de los fusilados. Este fenómeno ha llevado a una especie de desmemoria colectiva, donde los relatos de aquellos que vivieron el horror de la dictadura se han diluido en el tiempo.
La figura del párroco Alejandro, quien estuvo presente durante las ejecuciones, es emblemática de esta lucha entre la memoria y el olvido. Su testimonio, que incluye la experiencia traumática de presenciar la muerte de los reos, refleja el impacto emocional que estos eventos tuvieron en quienes los vivieron. Alejandro, que dedicó su vida a la enseñanza y la comunidad, se vio marcado por la brutalidad de aquel día, sufriendo pesadillas que lo acompañaron durante años.
Por otro lado, la figura de Matías Alonso, un activista antifranquista, ilustra la resistencia y la determinación de aquellos que se opusieron al régimen. A pesar del miedo y la represión, la comunidad antifranquista continuó organizándose y luchando por un futuro sin dictadura. La ejecución de los cinco condenados fue un catalizador que impulsó a muchos a redoblar sus esfuerzos en la lucha por la libertad y la democracia.
La memoria de estos fusilamientos no solo es un recordatorio de la brutalidad del franquismo, sino que también plantea preguntas sobre la justicia y la verdad en el contexto de la historia reciente de España. La necesidad de recordar y contar estas historias es fundamental para entender el pasado y construir un futuro más justo.
En la actualidad, la memoria de los fusilamientos de 1975 sigue viva en la conciencia colectiva, y su estudio se ha convertido en un campo de investigación crucial para historiadores y activistas. La lucha por la memoria histórica no solo busca honrar a las víctimas, sino también garantizar que las lecciones del pasado no se repitan en el futuro. La historia de los últimos fusilamientos del franquismo es, en última instancia, un testimonio de la resistencia humana frente a la opresión y la injusticia.