En el mundo del periodismo, especialmente en el ámbito deportivo, el paso del tiempo se siente de manera particular. Cada verano, nuevos becarios llegan a las redacciones, trayendo consigo una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Este ciclo de renovación constante no solo refleja la evolución del medio, sino también la transformación de quienes lo habitan. En este contexto, es inevitable recordar a aquellos que han pasado por la redacción, dejando huellas imborrables en la memoria colectiva de un equipo que ha crecido y cambiado a lo largo de los años.
La llegada de los becarios es un fenómeno que, aunque se repite cada año, nunca deja de sorprender. Cada uno trae consigo una historia, una perspectiva única y, a menudo, una visión fresca sobre el periodismo. En mi experiencia, he tenido la fortuna de conocer a muchos jóvenes talentosos que, aunque en su mayoría no compartían mi trayectoria académica, lograron conectar con la esencia del periodismo. Recuerdo con cariño a Mané Bañegil, quien se ha convertido en una figura reconocida en la radio, y a María Rubio, cuya pasión por las historias la llevó a convertirse en runner y funcionaria. Ambos, a su manera, han dejado una marca en la redacción y en mi vida.
Sin embargo, el tiempo también trae consigo un inevitable distanciamiento. A medida que los años pasan, uno comienza a notar la diferencia de edad con los nuevos becarios. Lo que antes era una conexión generacional se convierte en una brecha que, aunque no es insalvable, se siente. La llegada de jóvenes que han crecido en un mundo digital, con un móvil siempre en la mano, plantea nuevos desafíos. Si bien están bien preparados en términos tecnológicos, a menudo carecen de la comprensión de los fundamentos del periodismo que se han transmitido de generación en generación. Esto me lleva a reflexionar sobre la esencia de nuestra profesión y la importancia de transmitir no solo conocimientos técnicos, sino también valores y principios.
### La evolución del periodismo y sus protagonistas
El periodismo ha cambiado drásticamente en las últimas décadas. La llegada de internet y las redes sociales ha transformado la forma en que consumimos y producimos información. En este nuevo panorama, los becarios que llegan a nuestras redacciones deben adaptarse rápidamente a un entorno en constante cambio. Sin embargo, a pesar de las dificultades, muchos de ellos muestran un compromiso admirable con la profesión. Recuerdo a Aitor Fernández y Jesús Fuentes, quienes han encontrado su lugar en la Federación Española de Ciclismo, y a Teo Moreno, que siempre tiene una anécdota divertida que contar. Cada uno de ellos representa una faceta del periodismo que, aunque diferente, es igualmente valiosa.
La llegada de nuevos talentos también ha traído consigo una serie de desafíos. La disminución en el número de solicitudes para prácticas es un fenómeno preocupante. A pesar de que los jóvenes de hoy están más familiarizados con la tecnología, parece que hay una desconexión con la esencia del periodismo. Muchos de ellos llegan con una visión idealizada de lo que significa ser periodista, sin comprender las exigencias y sacrificios que conlleva. Esto me lleva a cuestionar cómo podemos preparar mejor a las nuevas generaciones para enfrentar los retos del futuro.
La figura del becario ha sido, y seguirá siendo, fundamental en el desarrollo de un medio. A menudo, son ellos quienes aportan nuevas ideas y perspectivas que enriquecen el trabajo del equipo. Sin embargo, también es nuestra responsabilidad como profesionales experimentados guiarlos y ayudarles a encontrar su camino en este mundo complejo. La relación entre un mentor y un becario puede ser una de las más gratificantes, pero también requiere paciencia y dedicación. A veces, me encuentro deseando tener más tiempo para dedicarles, para compartir mis experiencias y ayudarles a crecer.
### La nostalgia y el futuro del periodismo
La nostalgia es un sentimiento que acompaña a muchos de nosotros a medida que avanzamos en nuestras carreras. Recordar los días en que éramos jóvenes y llenos de sueños puede ser agridulce. Sin embargo, también es una oportunidad para reflexionar sobre lo que hemos aprendido y cómo hemos evolucionado. Cada becario que ha pasado por nuestras manos ha dejado una huella, y cada uno de ellos ha contribuido a la historia de nuestro medio. La frase de Ryszard Kapuscinski, «para ser periodista hay que ser buena persona», resuena con fuerza en este contexto. La empatía y la ética son valores que debemos transmitir a las nuevas generaciones.
A medida que miro hacia el futuro, me pregunto cómo será el periodismo en los próximos años. La tecnología seguirá avanzando, y con ella, la forma en que contamos historias. Sin embargo, lo que nunca cambiará es la necesidad de contar historias auténticas y significativas. La esencia del periodismo radica en la búsqueda de la verdad y en la conexión con la audiencia. A pesar de los cambios, siempre habrá un lugar para aquellos que se dediquen a informar, a inspirar y a dar voz a quienes no la tienen.
En este viaje, los becarios son más que simples aprendices; son el futuro del periodismo. Cada uno de ellos tiene el potencial de convertirse en un gran periodista, siempre y cuando se les brinde el apoyo y la orientación necesarios. La clave está en encontrar un equilibrio entre la tradición y la innovación, entre la experiencia y la frescura que aportan los nuevos talentos. Solo así podremos asegurar que el periodismo siga siendo una profesión relevante y respetada en los años venideros.