La memoria de la masacre de Srebrenica, ocurrida entre el 11 y el 15 de julio de 1995, sigue viva en el corazón de muchos bosnios, especialmente en aquellos que eran niños en ese trágico momento. La historia de Almasa Salihović, quien a la edad de siete años intentó entregar su muñeca favorita a un soldado para salvar su vida, es un testimonio desgarrador de la brutalidad que se vivió en aquel enclave. La masacre, que dejó un saldo de 8.372 hombres y jóvenes musulmanes asesinados, es considerada el mayor genocidio en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que han pasado tres décadas, las cicatrices de este evento permanecen en la memoria colectiva de Bosnia y Herzegovina, así como en la comunidad internacional.
El genocidio de Srebrenica fue perpetrado por las fuerzas serbias bajo el mando del general Ratko Mladic, quien lideró la ofensiva contra una zona que había sido declarada segura para los refugiados. Durante esos días, hombres y jóvenes fueron separados de sus familias, perseguidos y ejecutados sumariamente, mientras las tropas holandesas de la ONU, encargadas de proteger a los civiles, fueron incapaces de intervenir. Este episodio ha dejado una huella profunda en la historia de la región y ha generado un debate continuo sobre la responsabilidad y la justicia.
### El Impacto en los Supervivientes
El impacto del genocidio en los niños que sobrevivieron es incalculable. Jasminko Halilovic, director de la Fundación Museo de la Infancia en la Guerra de Sarajevo, señala que muchos de estos niños vivieron experiencias traumáticas que han marcado sus vidas para siempre. La violencia extrema y la pérdida de familiares han dejado secuelas psicológicas que se manifiestan en problemas de salud mental. Aunque algunos han logrado formar familias y contribuir a sus comunidades, muchos siguen cargando con cicatrices invisibles que les recuerdan el horror que vivieron.
La lucha por el reconocimiento de la verdad histórica es otro de los grandes desafíos que enfrentan los supervivientes. A pesar de que los tribunales internacionales han calificado el evento como genocidio, la negación y el revisionismo histórico persisten en parte de la población serbia. Esto no solo dificulta la reconciliación, sino que también mantiene abiertas las heridas del pasado. La retórica negacionista, promovida por algunos líderes políticos, se convierte en un obstáculo para la construcción de una paz duradera en la región.
### La Búsqueda de Justicia y Reconocimiento
Desde la masacre, Europa ha intentado reconciliarse con su pasado violento, pero los obstáculos han sido numerosos. La falta de consenso sobre la verdad histórica y las cifras de víctimas ha complicado la búsqueda de justicia. Según datos oficiales, 8.372 personas fueron asesinadas en Srebrenica, pero el número de desaparecidos sigue siendo incierto. La Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas (ICMP) ha trabajado durante años para identificar restos, pero aún hay centenares de personas cuyos ADN no ha podido ser analizado, lo que añade un nivel de complejidad a la situación.
Las responsabilidades también han sido objeto de controversia. En 2019, Radovan Karadzic, considerado el ideólogo del genocidio, fue condenado a cadena perpetua, y en 2021, Ratko Mladic recibió la misma sentencia. Sin embargo, la percepción de la culpa ha sido difusa, y muchos en Serbia continúan negando la magnitud de los crímenes cometidos. Esta negación no solo afecta a las víctimas, sino que también perpetúa un ciclo de odio y división en la región.
La inacción de las tropas holandesas durante la masacre ha sido otro tema de controversia. En 2022, el Gobierno de los Países Bajos se disculpó con los soldados que participaron en la misión, argumentando que la falta de apoyo militar hizo que la situación se convirtiera en una «misión imposible». Sin embargo, esta disculpa no ha sido suficiente para calmar las tensiones ni para cerrar las heridas de los sobrevivientes.
La memoria de Srebrenica es un recordatorio doloroso de lo que puede suceder cuando el odio y la intolerancia prevalecen. A medida que se acerca el 30 aniversario de la masacre, es crucial que la comunidad internacional no olvide este capítulo oscuro de la historia y continúe trabajando hacia la verdad y la reconciliación. La historia de Almasa Salihović y de tantos otros supervivientes debe ser escuchada y recordada, no solo como un testimonio del pasado, sino como un llamado a la acción para evitar que tales atrocidades se repitan en el futuro.